viernes, 18 de marzo de 2016

El sendero de la maldad

Inicio un cambio en mis relatos. Espero que sean del agrado de los lectores.


                             

                                     El sendero de la maldad




Las noches de poca luna, son propicias para los actos más oscuros y siniestros.

El hombre caminaba por el sendero del bosque con la seguridad que le daba el silencio y la oscuridad. En ningún momento cruzó por su mente, algún atisbo de culpabilidad, no creía que sus actos rozaran siquiera algún tipo de maldad. El grito de un ave nocturna al fondo de la espesura, vino a romper el silencio de la noche. El hombre siguió su camino sin inmutarse.

Llegó a su destino y apartó con sus toscas manos las ramas que tapaban su particular "guillotina". Sintió satisfacción, abrió el cepo, y saco al animal inerte. Daba igual que tipo de ser vivo fuese, lo arrojó lejos., su sanguinario ego estaba satisfecho por esa noche.

Preparó con cautela el arma y la tapó con cuidado y extremada precisión, para eso su miserable cerebro funcionaba a la perfección.

Esperaba con impaciencia la llegada de la noche. Hacía su siniestro paseo con el deleite del verdugo que sabe con seguridad el destino de su víctima . Implacable, no dudaba en dar el remate final, si a algún ser indefenso le quedaba un hálito de vida.

En una de las visitas, al acercarse vio como una pareja de animales acababa de caer en la trampa. Mientras uno quedaba atrapado, el otro conseguía escapar. Eso lo contrarió, tendría que solucionarlo.

Regresó a su granja y se dirigió al granero. Allí estaba. Su particular arsenal con todo tipo de trampas mortales. Paseó su mirada con orgullo y sin dudarlo eligió la más adecuada. No podía volver a suceder, tenía que limpiar el bosque de alimañas.

De vuelta, colocó sus artificios mortíferos con precisión, uno al lado del otro. Con regocijo pensó que la próxima noche tendría doble celebración

La luna esta vez iluminaba el escenario, como un foco en el teatro del terror. El silencio se rompía con los sonidos del público, expectante y asustado. El actor principal se dirigía a la escena, con la satisfacción del guión preparado.

Su víctima estaba con vida. Abrió los dientes retorcidos y afilados de la trampa, y el animal escapó. Intentó sujetarlo y su mano quedó atrapada. Su grito se confundió con el sonido del búho, no podía estar pasando. Miró con terror sus dedos destrozados, aprisionados en el cepo. No podía abrirlo, arrastrando su cuerpo, alcanzó la otra trampa. Con ella podría intentar abrir la que atrapaba su mano. Al tocarla sintió sus feroces filos cerrarse sobre su mano libre.

De bruces, con los brazos abiertos a cada lado, sus manos atrapadas por las armas perfectas.
Esta vez, sí, limpiando una alimaña del bosque.



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